TRIBUTO A FAVIO

TRIBUTO A FAVIO:                                por Juan Ramón Díaz Colodrero

Contener el llanto de un niño atrapado por el rigor de una infancia difícil, a través de una óptica en que un barrio pobre y un reformatorio constituyen las referencias de su carenciada vida; recorrer las calles pueblerinas en busca de la pureza de un amor genuino para luego sumergirse en la pasión volcánica ofrecida por la mujer equivocada; naufragar en las tinieblas de un inexpresivo y pequeño personaje a través de un hecho brutal que ofrece sentido a su siniestra existencia; traducir en imágenes un sentimiento justiciero inspirado en un personaje perteneciente a la mitología criolla; desatar el cruel estigma que cubre la piel de un hombre nacido en desgracia y fagocitar su amor, su pasión y su muerte en luna llena al ritmo de las leyendas populares; introducirse en la cruenta realidad de un hombre rudo que a puños, sudor y sangre tratará de lograr la cima negada a quienes forman la clase postergada; expresar las convicciones políticas en una obra que no sólo documente un relato histórico sino el fenómeno mismo que abriga la existencia de una revolución social; convertir en tiempos de ballet las vivencias imprimidas al viejo relato que combina amor, pasión y tragedia; tal vez algo de eso…e inconmensurablemente más…ha hecho el gran director de cine LEONARDO FAVIO al intentar cristalizar en imágenes su belleza poética, su exquisita sensibilidad, su visión de la libertad y su apasionamiento por exponer la riqueza de un alma signada por la creatividad y el amor por su oficio. Si a ello adherimos su necesidad de transmitir con voz dulce pero contundente la balada romántica generando multitudes de adeptos en el devenir de sus recitales como cantante, habremos de concluir que, de seguro, ha partido “de viaje” un genio visionario en la elaboración de una obra dotada de un enorme sentir popular. Sus comienzos, perturbados por la existencia de una vida ingrata, sólo morigerada ante la posibilidad de hacer lo que su corazón le ofrecía, lo llevó a soportar desde pequeño la reclusión carcelaria, a internarse como seminarista, a refugiarse en la Marina y abandonarla para luego sufrir los embates de la mendicidad y conseguir pequeños “bolos” escasamente remunerados en su Mendoza natal. Sin embargo, a través de sus apariciones como extra cinematográfico y ya establecido en Buenos Aires, la percepción de “Babsy” (Leopoldo Torre Nilsson) hizo que emprendiera su profesión de actor en “El Secuestrador” (en 1958), descubriéndolo, a su vez, dos grandes directores como Fernando Ayala, en “El Jefe”(el mismo año) y Daniel Tinayre, (“En la ardiente oscuridad”, año 1959); la insistencia de “Babsy” hace que nuevamente Leonardo sea dirigido por él en realizaciones importantes como “Fin de Fiesta”, en 1960 (que es, para mi, la mejor obra de Torre Nilsson), “La mano en la Trampa” (1961) y “La Terraza” (1963), actuando también en “Paula Cautiva” de Ayala. Más tarde, algunos cortos lo introducen en su sitial de creador, lo que se consolida cuando escribe el guión de ”Crónica de un niño solo”, aprobado por su amigo y padrino artístico “Babsy”, filmando su primera película en 1965, donde se avisora la crítica a un sistema despreocupado por brindar una solución apropiada al conflicto del menor. Más adelante, en 1967, construyó en: “Romance del Aniceto y la Francisca…” la realidad de los pequeños pueblos, donde las personas se relacionaban básicamente a través de las miradas; el realismo mágico de “El dependiente”, de 1969, que describe una vida congelada por la inmovilización y la locura, mereciendo que Alcón lo catapultara a la categoría de un Buñuel y en 1973, en “Juan Moreyra”, recreando el mito popular mediante la creación de un personaje que, no obstante reclamar justicia, se manifiesta como un antihéroe y acude a la violencia inesperada con el auxilio de imágenes brillantemente logradas en el celuloide; más tarde, uno de los mitos guaraníes promocionado por el radioteatro de Chiappe, cobra vida en la fantasía de Favio, a través de una historia de amor “aggiornada” por una música maravillosa en “Nazareno Cruz y el Lobo” (1975); las vicisitudes de un hombre rústico que, a través de su fuerza se construye un mundo nuevo simboliza la caída del peronismo de aquella época en las instancias finales de “Gatica…” (en 1993); una edición de 5 horas y media de duración, 120 de material fílmico y años de preparación conllevan la edición de: “Perón, sinfonía de un sentimiento”, tardíamente estrenada en el año 2000, donde el relato histórico se funde con imágenes documentales procesadas y montadas de manera vigorosa y “Aniceto” (en 2008), su última película, reformula las sensaciones y el clima logrado en el “Romance…” en tiempos de ballet y la pasión desatada adquiere una enorme belleza estética, fino entramado, elocuencia poética y fuerza expresiva. “El mantel de hule”, su último proyecto, no pudo ser terminado. Su actividad política vinculada al peronismo, que incluso impidió con valentía una masacre en un hotel de Ezeiza durante el retorno del líder al país y lo obligó en ocasiones al exilio, no le impidió debatir ideas aceptando la diversidad ideológica y en algún momento expresó: “Yo no soy un director peronista, pero soy un peronista que hago cine y eso en algún momento se nota. En ningún momento yo planifico bajar línea a través de mi arte, porque tengo miedo de que se me escape la poesía”. Los premios nacionales e internacionales logrados por Favio a través del cine son tan numerosos que es imposible mencionarlos y sus composiciones musicales han batido “records” en el mercado discográfico. Su inigualable estilo, su intuición y perfil autodidacta, su imaginación insondable y ardiente entrega, lo hizo adentrarse en el terreno de lo sorpresivo e inédito. Por ello interpretó que “tal vez la eternidad sea despertar de una siesta bien dormida con los ojos entregados al asombro…” y confesó que su obsesión era que lo recuerden bien en la momentánea memoria que haya de él. Y así será para los cinéfilos, pero para siempre, querido maestro…

 

 

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