Pocho Roch, cuarenta años despúes

POCHO ROCH, cuarenta años después.                                                                         por Juan Ramón Díaz Colodrero

Sintetizar la inmensa obra de Pocho Roch es una labor difícil de concretar porque el caudal cognoscitivo de su inspiración es tan profuso y proficuo que ningún editorial integraría acabadamente su historial. Sin embargo, transmitir el respeto, la admiración y hasta la conmoción que produce el asistir a los recitales brindados por el maestro y su conjunto es una tarea insoslayable, porque de las vivencias del alma que nos obsequia su música como de la rica poesía que nos prodiga su espíritu, atesoraremos el contenido de un patrimonio cultural exquisito y la vibrante estética de que se mune aquél embriagará nuestros sentidos, cual reflejo plateado de luna asomado en el rio en noches de costanera o destello de sol en las siestas de verano impregnadas de ñangapiry. Gonzalo del Corazón de Jesús Roch, de Itatí, no en balde vivió 8 años en el Paraje Yacarey y desde allí “almacenó” los rudimentos del guaraní y abrazó luego con pasión, desde su pueblo, los efluvios de la cultura guaranítica y franciscana, unido a la influencia de la mística itateña, adentrándose además en la sociología y la historia correntina. Por ello este autodidacta que en 1973 fundó junto a Marily Morales Segovia y “Cacho” González Vedoya un movimiento que por entonces perfilaba como “transgresor” y que se llamó “Canción Nueva”, incorporó a la instrumentación de la música guaraní el órgano, el piano, el bajo, la guitarra eléctrica, la percusión y el sintetizador. La piedra filosofal de su fuerza creativa lo llevó entonces a convertirse en un nuevo ícono de la canción correntina, con el auxilio de una metáfora y una vena poética difícil de emular. “Maleta tuichá”, tema que compuso a los 16 años ya lo había convertido en todo un visionario por cuanto, grabado por Daniel Toro, fue luego el primer chamamé ejecutado en Tokio (Japón) en 1974. Hoy, Pocho Roch no sólo es uno de los grandes nombres que iluminan nuestro cancionero regional sino que está ligado a la profundidad de una filosofía ancestral. Su sabiduría popular lo llevó también a aprehender la savia de la cultura precolombina, amén de ser un gran investigador del folclore y la mitología guaraní y poseer uno de los archivos más importantes en la materia. Recuerdo cuando en la década de los años 90’, invitado por los “Viernes Culturales” de Pcia. Roque Sáenz Peña (Chaco), Pocho nos acompañó a una cena que, por problemas de agenda y resentida salud, no debía durar más allá de la medianoche, no obstante lo cual la generosa difusión de su conocimiento hizo que nos ofreciera información y música hasta llegada la madrugada. Es que la genialidad formativa y creativa del maestro está ameritada por el Doctorado Honoris Causa de la UNNE y el Diploma de Honor de la Cámara de Senadores de la Nación, entre otras distinciones. El 12.9.72 nacía su conjunto en el Aula Magna de la Facultad de Medicina. Antes “The Poker’s” lo había sumergido en otras alternativas que ampliaron su proyección musical. Cuarenta años después, el conjunto de Roch vive su noche triunfal y el público colma las instalaciones del Vera estimulando a los artistas con aplausos sostenidos hasta un final que presagiaba un desborde de emoción incontenible, dibujando lágrimas teñidas de perlas nacidas del corazón abierto de algún espectador. Así, con la eficaz presentación de ADALBERTO BALDUINO, la primera parte del recital brindado por POCHO ROCH y DANIEL OSUNA, en guitarra y canto; DARIO OJEDA, en bajo; OSCAR MAMBRIN, en acordeón y MARTIN RODRIGUEZ y ALBERTO ROMERO, en teclados, entre otros temas, comenzó con la ternura y sensibilidad religiosa derramada por Roch en “Nuestra Señora de Itatí”; “Recuerdos Itateños”, enalteció la magnífica voz de LORENA LARREA; “Tema Correntino”, emocionó a través de la entrega de JUAN PEDRO SORRIBES, “Ladrillero de mi pago”, nos transportó mágicamente al anecdotario popular con el aporte de EDGARDO GIORDA; “Letanías de Remansos”, dulcificó la noche con la entrega del matrimonio formado por MININA BONALDO y DANIEL OSUNA; “Natí Campanero”, cautivó a la platea con la melodiosa voz de CINTHIA CORRARO; “De Cunumí”, nos llenó de la frescura vocal de LUCIA OSUNA y “Corrientes Soñadora” (de Rodolfo Seoane Riera) nos conmovió con la maravillosa versión de JUAN LEYES. En el intermedio, el GRUPO “AMPHORA”, compuesto por jóvenes integrantes femeninas y al que auguro un promisorio futuro, nos deleitó con creativas recreaciones vocales de “Lunita del Taragui” (de Romero Maciel y Mansilla) y “Aquel Barquito de Papel” (de Roch), que nos hizo recordar a la inolvidable Lidia Catterino. Durante la 2da parte del espectáculo, entre otros, el instrumental “Paraje Yacarey” y “Palabras a Itatí”, sacudió nuestras fibras sensoriales y “Yo que siempre te recuerdo”, fue sólidamente interpretado por MARCELO GATTI. Luego siguió una sucesión de personajes y costumbres regionales llevadas al pentagrama musical, en “Sinesio, el Barrilero” con la voz de JUAN MANUEL GIORDA ; “Luminarias de San Juan”, en un espléndido dúo integrado por Larrea y Giorda y “Tiempo de Chicharras”, con la maravillosa dupla de Osuna y Gatti; el espectro romántico de la noche lo canalizaron con brillo Leyes y Corraro en “Para habitar tu Intimidad” y “Allá en San Sebastián”, respectivamente; la pintoresca charanda se hizo presente en “Yeroquí Yará”, con el dúo Bonaldo-Osuna y toda la platea se enterneció escuchando los acordes de “Yo voy Mariscando” en la voz de Juan Pedro Sorribes, evocando a su padre “Quique”. En el final, “Pueblero de Allá Ité”, fue entonado por todos los artistas presentes. Pero la pasión desatada por los espectadores pudo más y los bises de “Por Santa Rosa me voy al Rio” y “Taipero Poriajhú”, no se hicieron esperar. Luego del recital, sentimos que la música y el arte de Roch, apelando a la etimología significativa del chamamé, nos había “llovido” el alma…

 

 

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